Alternando entre el género policial-picaresco y la especulación religiosa, el autor construye una trama que atrapará al lector desde sus primeras líneas. Según el mismo Hasbún, el texto pretende ser una «encíclica delirante» destinada a «poner orden en el desmadre institucional católico».
Haciéndose cargo de la imposibilidad de dar cuenta de eso solamente desde la literatura, la artista Jesús González asumió el desafío de «garabatear los monos lógicos y teológicos que se agitan a lo largo del relato». Aparece así una novela con viñetas capaz de plasmar el desasosiego y la imperceptible asfixia que nos causa la lenta pero irreversible descomposición de todo lo que ayer teníamos por intocable y sagrado.