El endiosamiento de la libertad absoluta del hombre se presta para su esclavización ideológica y económica y para el consiguiente desconocimiento de la dignidad humana. El orden público nacional se estructura con fundamento en la iniciativa privada, en la autonomía de la voluntad y en la concepción individualista, factores que desequilibran el consenso de solidaridad. Esta situación generalizada y agobiante del desarrollo social agita el descontento del pueblo trabajador, que lucha para que el Estado cambie de actitud y expida normas jurídicas de amparo y protección. Contribuyen a este proceso de rectifcación del acentuado desequilibrio las doctrinas sociales, las crisis cíclicas del capitalismo, los movimientos sindicales y las nuevas técnicas industriales y empresariales que van haciendo mella en las ambiciones de lucro utilitario. Desde fnales del siglo xix los Estados empiezan a expedir leyes laborales y a entronizar principios humanitarios, que servirían para formalizar el derecho del trabajo de carácter universal, acogido en todas las legislaciones del mundo. El Estado es ahora intervencionista en la economía y en el desarrollo social, y garantista de los derechos laborales que se consolidan constitucional, legal y universalmente, tras superar los condicionamientos del interés privado y de afanzar intensamente los ideales de equidad y justicia social. El derecho laboral alcanza carácter universal de cientifcidad jurídica, de eticidad social y económica, y eleva la concepción humana del trabajo a categoría de naturaleza existencial. Sin embargo, el intervencionismo de Estado entra en crisis cuando los principios éticos se debilitan, el orden económico se globaliza, la ciencia adquiere carácter absoluto, la técnica pretende resolverlo todo con criterio pragmático, la moral se supedita a la teoría relativista y se impone el cínico realismo. Ante estos avatares el derecho laboral se deprime un tanto por los embates de las nuevas fuerzas del capitalismo, que desprecia los valores humanos y la dignidad del trabajo y los sustituye por la libre competencia de los sujetos laborales y los principios de la economía liberal, que resurgen dominante.
El endiosamiento de la libertad absoluta del hombre se presta para su esclavización ideológica y económica y para el consiguiente desconocimiento de la dignidad humana. El orden público nacional se estructura con fundamento en la iniciativa privada, en la autonomía de la voluntad y en la concepción individualista, factores que desequilibran el consenso de solidaridad. Esta situación generalizada y agobiante del desarrollo social agita el descontento del pueblo trabajador, que lucha para que el Estado cambie de actitud y expida normas jurídicas de amparo y protección. Contribuyen a este proceso de recti¿cación del acentuado desequilibrio las doctrinas sociales, las crisis cíclicas del capitalismo, los movimientos sindicales y las nuevas técnicas industriales y empresariales que van haciendo mella en las ambiciones de lucro utilitario. Desde ¿nales del siglo xix los Estados empiezan a expedir leyes laborales y a entronizar principios humanitarios, que servirían para formalizar el derecho del trabajo de carácter universal, acogido en todas las legislaciones del mundo. El Estado es ahora intervencionista en la economía y en el desarrollo social, y garantista de los derechos laborales que se consolidan constitucional, legal y universalmente, tras superar los condicionamientos del interés privado y de äanzar intensamente los ideales de equidad y justicia social. El derecho laboral alcanza carácter universal de cienti¿cidad jurídica, de eticidad social y económica, y eleva la concepción humana del trabajo a categoría de naturaleza existencial. Sin embargo, el intervencionismo de Estado entra en crisis cuando los principios éticos se debilitan, el orden económico se globaliza, la ciencia adquiere carácter absoluto, la técnica pretende resolverlo todo con criterio pragmático, la moral se supedita a la teoría relativista y se impone el cínico realismo. Ante estos avatares el derecho laboral se deprime un tanto por los embates de las nuevas fuerzas del capitalismo, que desprecia los valores humanos y la dignidad del trabajo y los sustituye por la libre competencia de los sujetos laborales y los principios de la economía liberal, que resurgen dominante.