En este libro se desentraña cómo Silencios muestra la continuidad o "repetición" de la historia como catástrofe, esto es, la hermandad de las víctimas, entre el judío que sobrevive y el desplazado, o entre el quemado y el ahogado. Lo que está en juego con los trípticos y su compleja economía de las temporalidades es algo fundamental: el silencio mismo como interrupción dela lengua, lengua política que está historicistamente orientada siempre a dar cuenta, a dar razón, a funcionar como principio de razón de la historia. El silencio indagado por Silencios desactiva la relación logocéntrica entre sentido e historia, entre discurso e identidad, entre política y hegemonía, abriendo una fisura en el tiempo homogéneo y vacío del progreso, donde sea divina otro tiempo, otra relación al tiempo.